Ordenando mi cuarto encontré la trascripción de 69 páginas de una entrevista muy rica e interesante que Aafke y yo hicimos con nuestro amigo Alejandro en diciembre de 1992 en Chile para el libro
“Weerzien met Chili” (Reencuentro con Chile). Alejandro ha vivido los primeros 33 años de su vida en España. El vídeo
“Cristina y Alejandro”, que colgué hace poco en el blog, da una idea de su vida actual, en una parcela en el campo chileno, pero no le muestra como filósofo y escritor detrás de su laptop (ordenador portátil). Ayer le mandé una carta en que dije que él es un ejemplo de cómo vivir “la tercera edad”. Mantiene agilidad y fuerza, tanto corporalmente como espiritualmente.
Aquí siguen unos párrafos de la entrevista de 1992, cuando Alejandro tenía 64 años.
‘Un hombre de mi edad tiene que hacer una elección entre el presente y el pasado. Generalmente los seres humanos de la tercera edad se olvidan del presente, pero te describen minuciosamente el pasado, a veces mitificado y a veces realista.
Por ejemplo yo tengo aquí un conocido español, de ochenta y tantos años, muy lúcido, pero me revienta porque me cuenta lo que hizo en la guerra de España y a mí no me interesa, es historia para mí.
Salí el último domingo de octubre del año de 1959 de Barcelona en barco, en el “Estado de San Vicente”, un barco en ese momento nuevo, español, en clase turística, con pasaje de ida nada más, rumbo a Buenos Aires, 15 días sin ningún problema, simplemente con unos días de mar picado. Y yo casi siempre mareado, solamente en las noches me sentía un poco mejor.
Yo llegué el 13 de noviembre de 1959 a Chile. Permanecí una semana en Santiago, una semana en Valdivia e inmediatamente me enviaron a Corral. A Corral se iba en barco con caldera a vapor, unos barcos muy curiosos y muy antiguos, con mesas en donde se podía ir jugando a los naipes, leyendo o escribiendo, y abajo la gente del pueblo, tomando mate e incluso pegaban a la pared de la caldera bistec para que se asase. Era un viaje muy folklórico, duraba unas tres horas, dependía de la marea porque eran barcos muy lentos. Se destruyeron con el maremoto.
Después, en mayo del 1960, llegó el terremoto y el maremoto. Eso fue una experiencia extraordinaria. Lo puedo describir. No sé si lo prefieren leer en mi novela “Huacho”, porque lo describo ahí exactamente, o bien se los recuento. (…)
Yo siempre vine a Chile con la idea de ser chileno. O sea, sistemáticamente no empecé ninguna relación con españoles porque había visto en Algeria que cada francés que llegaba a Algeria era tomado inmediatamente por la comunidad francesa y le imbuían todos sus prejuicios respecto a los árabes.
Yo estudié filosofía en la Universidad de Salamanca y me especialicé en instituciones griegas y romanas. Lo que a mí siempre me interesó eran las instituciones griegas y romanas con relación a nuestro tiempo actual, porque a mí me interesa lo muerto en función de lo vivo. (…) Después, tuve siempre una gran facilidad manual, decidí aprender carpintería y después aprendí los trabajos en cuero. Siempre he tenido una gran curiosidad por todo lo que fuera manual. Para mí es una necesidad.
Mi padre y sus dos hermanos tenían una gran librería en Madrid, en la Plaza de Santa Ana, detrás de la Puerta del Sol. Esa librería se dedicaba especialmente a surtir de libros a las universidades y también era una pequeña editorial. El hermano mayor de mi padre era abogado, mi padre era abogado y su hermano menor era ingeniero. Murió primero el hermano mayor, después murió mi padre y al hermano menor lo mataron durante la guerra.
A mi padre apenas lo conocí porque murió cuando yo tenía tres años. A la mamá de mi madre, una filipina, la conocí bien. Mi abuelo era sevillano, era un militar. Se casó con ella cuando tendría como 16 años y la llevó a España. Mi abuelo materno murió cuando mi madre era una niña. El padre de mi abuela era el alcalde de Manila y mi abuela vivió en una gran casa. Todavía existe alguna fotografía de ella, vestida como las damas del siglo pasado, con largos vestidos. Ella era muy hermosa…’