
El 29 de diciembre, volviendo de Chile con Iberia, leí en el avión una columna interesante de José Vidal-Beneyto en
El País, "A contra-esperanza", en que critica la creciente desigualdad en el mundo. Más de un tercio del PIB mundial lo poseen las 100 primeras empresas del mundo, mientras que más de 1000 millones de personas han disminuido desde 1993 dramáticamente sus insuficientes ingresos y hoy más de 1.600 millones viven con menos de un dólar diario. La pobreza se presenta también en los países ricos: en Francia cerca de 7,5 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza.
Los ricos se enriquecen de una manera espantosa. Por ejemplo, Daniel Bernard, de Carrefour, se fue con 209 millones tras haber rechazado un aumento del 2% a sus empleados y Ángel Corcóstegui se fue con 108 millones cuando salió del Banesto.
Dice José Vidal-Beneyto: "Riquezas amasadas en una legalidad de fachada, tras la que se esconden las bolsas de valores manipuladas y sus amañadas cotizaciones, las contabilidades trucadas, los PDGs truhanes, los Estados cómplices con sus asilos protectores del crimen - seis paraísos fiscales en la sola Unión Europea -, el escabroso, indomeñable imperio del gangsterismo económico, todo fundado, legitimado por los vendedores del capitalismo de mercado que se autocalifican de filósofos y que hacen del darwinismo social la doctrina que todo lo explica: los más fuertes duran y prosperan, los otros desaparecen."
Cuando me bajé del avión me pregunté: Y qué hacemos nosotros, yo y mis amigos, contra los vendedores del capitalismo?
Todavía ando con esa pregunta.
Mi mujer hizo el dibujo en Tunquén. La filmé mientras dibujaba y puse el video en
YouTube (haz clic).