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El joven Samuele |
Anoche vi una película,
"Fuocoammare", que trata la vida de un joven y su familia en la isla Lampedusa y la llegada de refugiados o inmigrantes por el mar, si
es que llegan vivos. Es una película muy buena que muestra la vida en
sus esencias y sus emociones, contada de manera sutil. Para mí esa manera de contar es típica de italianos: sencilla y profunda.
En internet encontré una reseña que dice más o menos lo que yo pensé, escrita por
Fernando López en el diario argentino La Nación:
Fuocoammare es un poderoso documento de la crisis de los refugiados
Quince
mil es apenas el número oficial con que suele calcularse el número de
seres humanos que han encontrado su tumba en el Mediterráneo, producto
de los innumerables naufragios en los que suele concluir la constante
migración de pueblos de África y también de Medio Oriente, que huyen de
las guerras, del hambre y de tantas otras catástrofes que han venido
sucediéndose en los últimos años.
Gianfranco
Rosi, el cineasta italiano nacido en Eritrea, formado en Nueva York y
premiado en Venecia y Berlín, entre otros festivales, se instaló dos
años atrás con su cámara en la isla de Lampedusa, cuando aún no se
habían "inaugurado" otros trayectos alternativos y el mar era la vía
casi inevitable y engañosamente más accesible para quienes desafiaban
todos los riesgos en el empeño por aproximarse a Europa con la esperanza
de hallar un lugar donde vivir mejor.
El problema de los
inmigrantes, si es que así puede llamárselo, llevaba en la isla entre
Malta y Túnez muchos años. "Somos pescadores y como tales aceptamos todo
lo que el mar nos trae", explican los isleños. Pero Rosi, que no duda
en calificar esta tragedia como la más grande que ha debido enfrentar
Europa desde la Shoah, no se limita a la tragedia de los migrantes, en
la descripción de cuya dureza no elude imágenes fuertes (¿cómo lograrlo
ante esta realidad?), pero sí elude cualquier sensacionalismo y descarta
apelaciones sentimentales. El asunto es político y son los políticos -y
no el cine- quienes deberían abordarlo en busca de una solución a
semejante crisis humanitaria. La unidad del film, en todo caso, proviene
de lo que transmite: si se lo observa en detalle se percibe que ante
todo es un film sobre sensaciones, sobre emociones, sobre encuentros,
sobre gente y sus historias. Y en lo posible, claro, un urgente llamado
de alerta.
En
Fuocoammare es
la sencilla y callada vida de los habitantes de Lampedusa, con sus
tradiciones y sus hábitos de siempre, la que ofrece naturalmente su
contraste con la terrible situación de los que lograron sobrevivir a las
penurias del aventurado viaje. Y entre los isleños, en especial, la
figura de Samuele, un muchacho de 12 años y su familia, con su padre
pescador que le enseña el oficio, sus obligaciones escolares, los juegos
con la honda que comparte con un amigo y hasta las pequeñas molestias
que le acarrea su "ojo perezoso".
En el film, los caminos de los
residentes y los que buscaron refugio jamás se cruzan. Es más: Samuele
parece ignorar a los migrantes, si bien el film no deja de apuntar
sutilmente algunos cambios que han experimentado los isleños desde que
la crisis de los migrantes alcanzó en los últimos meses su nivel más
dramático.
Mientras, Rosi y su admirable editor observan Lampedusa
y yuxtaponen muy diversas pinceladas que conforman un reflexivo retrato
de la isla y de una tragedia ante la que muchos muestran similar
indiferencia: repetidos y angustiosos rescates en las sobrecargadas
embarcaciones, recuperación de cuerpos ya sin vida, de emigrantes que
han huido de Siria, Nigeria, Eritrea y otros países de África y Medio
Oriente, pero también algunas escenas con el DJ de la radio local
("Fuocoammare" es, precisamente, una vieja canción siciliana que alguien
pide para dedicarla a su esposo), la charla con el viejo médico que se
confiesa superado por la reiterada y durísima tarea de examinar
cadáveres, las rutinas de Samuele y los suyos entre casa, algún diálogo
infructuoso entre alguien que espera ser rescatado de un lugar que no
sabe precisar o el relato no menos horroroso de un accidentadísimo
trayecto desde el norte de África.
El film no oculta el espíritu
solidario que se hace visible en Lampedusa, pero habla también -siempre
sin subrayados innecesarios- de cierta indiferencia perceptible en torno
de esta tragedia de nuestros días. Y he ahí seguramente su más dolorosa
evidencia.