La mirada
La primera mañana en Estambul entro en una librería. Hay pocos libros en otro idioma que turco. Tomo un libro grueso, "Fausto Zonaro: Dalla Laguna Veneta alle Rive del Bosforo, un Pittore Italiano alla Corte del Sultano".
Hay un retrato de una muchacha que atrae mi atención. Es su mirada. Después me atrae otro retrato, también por la mirada. La primera es su hija Jolanda y la segunda su hija Mafalda. Compro el libro y las mañanas siguientes lo leo en la terraza en el quinto piso del Hotel Londra.
Entramos una mañana en el museo al lado del hotel y ahí veo algunos de sus cuadros "en vivo". Me quedo largo rato mirando el Principe Abdurrahim, un chico en uniforme de unos siete años, pero en su cara ya se ve el hombre. Me mira, el chico, me mira profundamente. Está vivo.
La mañana siguiente, en la terraza, con un espresso de sabor nescafé, busco el retrato del principito. En el libro no me mira.
Hay un retrato de una muchacha que atrae mi atención. Es su mirada. Después me atrae otro retrato, también por la mirada. La primera es su hija Jolanda y la segunda su hija Mafalda. Compro el libro y las mañanas siguientes lo leo en la terraza en el quinto piso del Hotel Londra.
Entramos una mañana en el museo al lado del hotel y ahí veo algunos de sus cuadros "en vivo". Me quedo largo rato mirando el Principe Abdurrahim, un chico en uniforme de unos siete años, pero en su cara ya se ve el hombre. Me mira, el chico, me mira profundamente. Está vivo.
La mañana siguiente, en la terraza, con un espresso de sabor nescafé, busco el retrato del principito. En el libro no me mira.