Un amor loco
Caminando en Mendoza a los 24 años. |
La despedida fue dramática para mí, después nunca más quería enamorarme de una muchacha de una manera tan profunda hasta conocer a A a los 19 años. En mi memoria sigue siendo un período muy largo en que no me entregara otra vez de manera profunda a una muchacha, pero eran nada más que cuatro años. La volví a ver a los 24 años, junto con A, cuando estábamos viajando a dedo desde Punta Arenas en el sur de Chile a Argentina, pasando por Río Gallegos, Puerto Madryn, Bahía Blanca, Buenos Aires, donde nos quedábamos un par de días, hasta llegar en tren a Mendoza, donde vivían sus padres. Desde la estación llamé a sus padres (gracias a una guía telefónica que se encontraba en aquellos tiempos en cada estación de trenes), contestó su padre, quien nos invitó al tiro de venir a su casa y quedarnos un par de días. Después de dos días vino ella, mi amour fou a los 15 años, embarazada de, creo, 8 meses. Lo pasamos regio en la casa de sus padres, nos reímos mucho con las historias de su padre sobre sus experiencias en Holanda (donde trabajó un año en la universidad agraria) y todo el ambiente familiar era de un calor humano grande. Nos despedimos de manera normal, no dramática, y todo quedó como un encuentro entrañable, de calor humano y de buena compañía.
Nunca más la volví a ver, pero llegó un día en que otra vez llamé a su padre y que él me contestó con el mismo entusiasmo de siempre y me dio el número de teléfono de ella. Hablamos largo rato, María y yo, y el día siguiente la escribí una carta larga, seguida por muchas cartas más, durante seis meses. Después de ese período intenso intercambiábamos todavía un par de cartas cortas, hasta que decidimos de terminar nuestra correspondencia. También sobre ese intercambio de cartas y su fin abrupto podría escribir una novela de cien páginas. He guardado durante muchos años nuestra correspondencia en una caja en mi oficina hasta botarla a la basura cuando mudé mi oficina de Fondad desde La Haya a mi casa en Amsterdam.
Eso es más o menos la historia de un amor loco. Me inspiró en hacer el vídeo de abajo, en donde no muestro a ella (tengo varias fotos de ella) sino sólo algunos caballos que salieron en la tele y, al final, unos caballos manejados por mí cuando era un joven de 15 años que ya se sintía un hombre. Aquí está, otra vez, el enlace al vídeo: "Reviens vite, mon amour" (Richard Anthony)
6 Comments:
me encanta...
Màs que loco, un amor de juventud removedor, precioso post. Còmo marcha esa recuperaciòn? Un beso
Gracias, Luna.
Fiorella, la recuperación marcha lenta y duermo todavía bastnate de día. Amores de juventud son bien especiales. Un beso
Precioso todo, de verdad. Contarlo como lo cuentas ya da idea de tu... altura emocional, por decirlo de alguna manera. No tengo historias con caballos, aunque sí alguna con mulos, y con burros también.
Un saludo a Luna y Fiorella también.
A mí me parece muy interesante tener historias con mulos y burros. Gracias por tu comentario, José Luis.
Un abrazo
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