Siempre el sur, sur, sur, pero ellos buscaban el norte
Otro viejo post, en que hablo del sur, pero también del norte, lo que es la dirección en que ellos viajaban, los "obreros de visita" del sur de Europa.
No había visto su construcción, ni la llegada
de los hombres, jóvenes algunos, viejos otros.
Los veía en grupos, siempre en grupos, conversando,
platicando, pero esa palabra todavía no conocía.
Mi español era muy rudimentario, casi inexistente,
sólo sabía un poco latín y con el latín trataba
de conversar, preguntar, decir cosas,
sin inclinar,
buscando, tratando, comunicando.
Y los hombres se reían o eran simpáticos
o se preguntaban: qué quiere ese chico, qué busca?
Pero dudo si se hicieron ese tipo de preguntas
estaban comunicando conmigo
o eso es lo que creo ahora
y en aquel entonces,
teniendo sólo 12 años.
"Nuestra casa" decían las letras,
no me acuerdo su color, blanco era?
No importa, importa que sabía
que significaba "ons huis"
"our home", "nôtre maison".
Eran españoles e italianos
"gastarbeiders" los llamaron,
trabajadores u obreros de visita,
aunque la traducción literal de "gast"
es "huésped".
Hospedad, hostal, hôtel, hospitalaria,
latín, español, italiano, francés,
capaz que algunos hablaron catalán
u occitano, vasco, napolitano,
qué importa el idioma,
era "nuestra casa".
Y yo, de chico de 12 crecía a
chico de 16, 17, y viajaba a Rosas
y Cadaqués y después
a otros lugares en el sur
siempre el sur, sur, sur.
Ya había mudado de casa
a los 3, a los casi 8, a los 19
y llegando a los 26 me tocó otra vez
mudar de casa, de mi casa, nuestra casa.
Lloré esa mañana solito
sentado en el banco
hecho por mí de una puerta
de la casa que tanto amaba.
No había remedio
porque mi compañera había encontrado
trabajo en Ámsterdam, un trabajo
de sueño, redactora para literatura
cultura, países hispanohablantes
y yo, qué hacer, la seguía.
Ahora mi hermano canadiense está abandonando
su casa, lentamente.
Me manda fotos
del perro delante de la casa,
de los árboles alrededor de la casa,
de su cama improvisada en la casa.
Su casa es casi vacía,
igual que la mía en aquel día
cuando tenía 26
y no había remedio.
Pienso en los italianos españoles griegos
turcos marroquíes yugoslavos hermanos
que salieron de sus casas natales
para trabajar de visita
una visita que duraba
más años que pensaban.
Y pienso en los que tenían que abandonar sus casas
por otros motivos que el buscar dinero y nuevas vidas.
Pienso en las viudas, los viudos, los huérfanos
ay, tanto sufrimiento!
Da pena
abandonar su casa.
Saturday, July 11, 2009
Nuestra casa
"Nuestra casa" llamaban a las barracas en el bosque.No había visto su construcción, ni la llegada
de los hombres, jóvenes algunos, viejos otros.
Los veía en grupos, siempre en grupos, conversando,
platicando, pero esa palabra todavía no conocía.
Mi español era muy rudimentario, casi inexistente,
sólo sabía un poco latín y con el latín trataba
de conversar, preguntar, decir cosas,
sin inclinar,
buscando, tratando, comunicando.
Y los hombres se reían o eran simpáticos
o se preguntaban: qué quiere ese chico, qué busca?
Pero dudo si se hicieron ese tipo de preguntas
estaban comunicando conmigo
o eso es lo que creo ahora
y en aquel entonces,
teniendo sólo 12 años.
"Nuestra casa" decían las letras,
no me acuerdo su color, blanco era?
No importa, importa que sabía
que significaba "ons huis"
"our home", "nôtre maison".
Eran españoles e italianos
"gastarbeiders" los llamaron,
trabajadores u obreros de visita,
aunque la traducción literal de "gast"
es "huésped".
Hospedad, hostal, hôtel, hospitalaria,
latín, español, italiano, francés,
capaz que algunos hablaron catalán
u occitano, vasco, napolitano,
qué importa el idioma,
era "nuestra casa".
Y yo, de chico de 12 crecía a
chico de 16, 17, y viajaba a Rosas
y Cadaqués y después
a otros lugares en el sur
siempre el sur, sur, sur.
Ya había mudado de casa
a los 3, a los casi 8, a los 19
y llegando a los 26 me tocó otra vez
mudar de casa, de mi casa, nuestra casa.
Lloré esa mañana solito
sentado en el banco
hecho por mí de una puerta
de la casa que tanto amaba.
No había remedio
porque mi compañera había encontrado
trabajo en Ámsterdam, un trabajo
de sueño, redactora para literatura
cultura, países hispanohablantes
y yo, qué hacer, la seguía.
Ahora mi hermano canadiense está abandonando
su casa, lentamente.
Me manda fotos
del perro delante de la casa,
de los árboles alrededor de la casa,
de su cama improvisada en la casa.
Su casa es casi vacía,
igual que la mía en aquel día
cuando tenía 26
y no había remedio.
Pienso en los italianos españoles griegos
turcos marroquíes yugoslavos hermanos
que salieron de sus casas natales
para trabajar de visita
una visita que duraba
más años que pensaban.
Y pienso en los que tenían que abandonar sus casas
por otros motivos que el buscar dinero y nuevas vidas.
Pienso en las viudas, los viudos, los huérfanos
ay, tanto sufrimiento!
Da pena
abandonar su casa.
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