Orlando
He reescrito mi novela “Piazza Vanvitelli” (no estaba contento con la versión anterior) y estoy casi listo con la primera versión de la nueva versión.
El primer capítulo está más o menos igual (pero borré la tía de Canadá… y lo de estrella de cine… y lo del rico del tío…) y abajo sigue la traducción que Jesús hizo de el hace algunos meses y nunca copié aquí en completo en mi blog. El estilo de Jesús (en la traducción) es un poco diferente del mío, pero no mucho.
Me pregunto qué comentarios y qué sugerencias Jesús hubiera tenido cuando los dos hubiéramos tenido la misma lengua maternal (mother tongue) o ‘primera lengua’ (eerste taal).
Y me pregunto como yo hubiera escrito las entradas de este blog (ya son 960) si el castellano hubiera sido mi primera lengua. Sigue siendo un poco curioso que no tenga blog en holandés.
Los días que vienen, Badam, Aafke y yo vamos a navegar en el río Ems con el barco de transporte Marina.
He dado un otro titulo a mi novela. La nueva versión es bastante diferente del ‘original’, excepto el primer capitulo y un par de capítulos más.
Aquí sigue la traducción de Jesús Miramón del primer capítulo:
Claudio es un niño que ama las gorras. Dos son sus favoritas: la de soldado de color verde aceituna y la de piloto de avión de color azul. La gorra de soldado se la regaló una tía de Canadá y la de piloto un tío de los Países Bajos. Su tío era un hombre muy guapo y bronceado, se parecía a una estrella de cine que Claudio había visto una vez en una revista. Cuando el niño había preguntado a su madre cómo se llamaba aquel hombre famoso ella, con aire divertido, le había dado un nombre añadiendo que era un actor de los Estados Unidos de América, un país muy rico en el que se filmaban muchas películas. Claudio le había preguntado entonces si su tío era rico, a lo cual su madre había respondido, entre risas, que no lo sabía, preguntándole a continuación: "¿Acaso quieres ser rico cuando seas mayor?". "Sí", había contestado él, "tan rico como para poder comprarme un avión".
Después de escapar de Holanda durante la Segunda Guerra Mundial en una pequeña chalupa a motor rumbo a Inglaterra, su tío se había formado como piloto de combate. En un ejercicio de vuelo nocturno sobre Australia se había estrellado sobreviviendo milagrosamente al accidente. Claudio le pedía una y otra vez que le contara esa aventura, así como la historia de su fuga en el pequeño bote junto a otros dos amigos, acosados por la potente luz de las lámparas de los alemanes.
En realidad Claudio no sabía qué quería decir la palabra "milagrosamente", pero su padre se lo había explicado y él debía repetir la explicación para que el maestro supiera que lo había entendido bien. Mas Claudio balbuceaba al pronunciar la palabra "milagrosamente", algo que molestaba a su padre, cuya impaciencia no lograba remediar el defecto. Sólo su madre, practicando sin prisas con él durante semanas, logró que el niño pronunciase correctamente la ese de la palabra "milagrosamente", y desde ese momento le encantaba utilizarla, algo que enternecía a su madre y satisfacía a su padre.
***
Claudio tiene siete años cuando es inesperadamente invitado a alojarse con su hermana pequeña en la casa de su abuelo. El niño está contento porque allí todo es diferente y, sin embargo, familiar. Además le encanta el viaje en tren y el posterior paseo en el descapotable americano de su abuelo. Su madre prepara las maletas y su tía Elsa viene a buscar a los dos hermanos.
Después de un largo viaje en tren llegan a una pequeña estación en las afueras de una aldea rodeada de ondulantes campos y bosques interminables. Al salir de la estación Claudio descubre inmediatamente el Buick de color verde metalizado aparcado en la plaza y grita: "¡Opa!". El abuelo sale del automóvil y camina tranquilamente hacia su nieto, quien corre a su encuentro. Claudio es recibido con palabra solemnes: "Buenas tardes, nieto, ¿tuviste un buen viaje?".
Claudio se sienta en el amplio asiento delantero de cuero y su hermanita y la tía Elsa se sientan en los asientos traseros. Es un día soleado y el abuelo, deliberadamente, no ha abierto el techo de lona de color crema. Es en ese momento cuando le dice a su nieto que puede pulsar el botón.
Mientras el techo se desliza hacia atrás Claudio recuerda una atracción llamada "La oruga" de la feria que se celebra cada año en el mercado de ganado de la ciudad donde vive. En "La oruga" el momento más emocionante es cuando el techo de lona se cierra lentamente bajo el aullido de la sirena, un segundo antes de que los cochecitos arranquen a toda velocidad. La oscuridad del techo cerrado y el chirriante sonido de las ruedas metálicas corriendo sobre los raíles de hierro hacían que Claudio imaginase estar descendiendo a lo profundo de la tierra, todo lo contrario a lo que siente ahora en el coche de su abuelo: el Buick atraviesa silenciosamente el paisaje iluminado por el sol y el niño imagina ser una pluma flotando levemente en el cielo.
El confortable vehículo surca la tranquila carretera comarcal que lleva a la casa blanca y su conductor mira al asiento de la derecha y sonríe. Le gusta que Claudio, con su gorra de piloto en la cabeza, esté sentado tan alegremente a su lado. Su nieto se acerca para observar el tablero de instrumentos y gira la cabecita hacia atrás.
“¡El coche puede correr a ciento ochenta kilómetros por hora!”, le dice a su hermana con voz entusiasmada. Ésta le mira con sus grandes ojos sin alcanzar a saber qué significa esa velocidad.
***
El abuelo de Claudio es un hombre alto, tranquilo, con el cabello de las sienes gris y rizado, una voz profunda y la mirada ligeramente burlona. Tiene un trabajo muy exigente en La Haya y cuando vuelve a casa suele recluirse en su despacho. Si quieres acceder a él es imprescindible llamar a la puerta, pero a su abuelo no parece importarle cuando se trata de Claudio.
A veces se oye música en el despacho de su abuelo: una orquesta y sobre ella una agradable voz de tenor. Cuando Claudio entra de puntillas en la habitación sorprende a su abuelo en el sofá, bajo la vidriera, escuchando con los ojos cerrados el gramófono que gira a su lado. Él piensa que en esas circunstancias su abuelo se ve diferente, más joven y menos severo. Más tarde se enterará de que a su abuelo le encanta escuchar en la tranquilidad de su cuarto canciones napolitanas interpretadas por Enrico Caruso.
***
Poco antes de la Primera Guerra Mundial su abuelo estaba casado con Elena, la hija de un médico italiano de Nápoles. Tuvieron seis hijos. Elena murió durante la Segunda Guerra Mundial y aunque el abuelo de Claudio pensaba a menudo en ella un año después volvía a casarse con una ex maestra de ballet amiga de su esposa fallecida. Claudio no reconocía en aquella mujer a su abuela, incluso su voz le resultaba extraña. Una vez le había sentado en su regazo y el niño se había sentido incómodo. Su nombre era Enriqueta pero siempre se le llamó tía Etta.
Delante de la casa blanca tía Etta está esperando la llegada del coche, y cuando lo ve venir saluda a los niños. Claudio es el primero en salir, abre la puerta de su hermana y la toma de la mano. Tía Etta se acerca y le pregunta a la niña: "¿Quieres darme la otra mano?"
Mientras el abuelo de Claudio guarda el Buick en el garaje los dos niños van a la cocina con tía Etta. Allí les esperan dos vasos de limonada, uno con una pajita de color azul y otro con una pajita de color rojo. Claudio elige el vaso con la pajita roja y sorbe la limonada a pequeños tragos. Cuando ha apurado las últimas gotas de la limonada tía Etta le pregunta si quiere conocer la habitación donde los dos hermanitos dormirán los días venideros. A través de una amplia escalera de madera y después un largo pasillo de azulejos de color anaranjado llegan al dormitorio de invitados adornado con cortinas de flores. Claudio ya ha dormido allí antes. El niño suelta su bolsa en el suelo y mira a su alrededor. A través de una de las dos ventanas reconoce el huerto con sus veinticuatro manzanos, sabe que son veinticuatro porque el verano pasado los contó en compañía de su abuelo; a través de la otra ventana vislumbra un tren en la lejanía. En la pared de la izquierda, junto a la puerta, está colgada la misma ilustración de siempre, una nave de color azul oscuro y unas grullas blancas. En el baúl que hay debajo de una de las ventanas están los cómics.
"Traje algunos libros nuevos del ático", le dice tía Etta, "¿quieres que te lea uno esta noche?".
Sí, eso quiere.
***
La casa y el jardín son muy grandes. Delante de la casa se alzan unos altos rododendros entre los cuales Claudio juega al escondite. A la derecha hay un jardín de flores exuberantes, allí es donde su abuelo hace de jardinero durante los fines de semana. Entre la casa y el garaje, situado a la izquierda, se levanta la pared que esconde un huerto con una gran extensión de fresas. Detrás de la casa están los cerezos, los perales y los manzanos. Más allá comienza el bosque salvaje.
Cuando Claudio cuente a sus amigos cómo era la casa de su abuelo siempre hablará de aquel bosque. ¿Quién tiene un jardín con un bosque? ¿Quién un bosque con senderos sinuosos? En la zona más profunda, allí donde el pinar es más tupido, se encuentra, medio escondida, una casita de madera. A través de la única ventana apenas logra penetrar la luz. Si abres la puerta verás a un lado palas y azadas en el suelo, y al otro una escoba de rastrillar de finos dientes de hierro. A Claudio le gusta tocar los dientes con el dedo índice porque suenan como un instrumento musical. Pero su mirada siempre es atraída como un imán por la sierra que cuelga junto a la ventana. La herramienta está fijada a un marco de madera, en cuya parte superior hay un alambre con un palito de madera. Puedes descolgar la sierra dando varias vueltas al palito, como el jardinero le enseñó.
En el cobertizo hay dos hachas, una grande y otra pequeña. Cierta mañana el jardinero le enseña a Claudio a cortar leña con el hacha pequeña. "No debes golpear recto sino ligeramente de lado… Sí, ahora lo haces bien". Los ojos de Claudio brillan de entusiasmo. Cuando vuelva a casa y su padre esté de vuelta de su viaje a Italia, le mostrará a su padre lo bien que sabe cortar leña. (Nota de giovanni: aquí agregué que el padre estaba en Italia.)
A la mañana siguiente el jardinero le dice: "Chico, siéntate en la carretilla". Ésta tiene un único neumático, suficiente para que durante su excursión por las irregulares pistas forestales Claudio no sienta las raíces de los árboles y los baches. Al final del sendero el jardinero lo deja caer sobre una blanda cama de agujas de pino.
Además del bosque oscuro de pinos hay otro bosque de robles. Allí la luz del sol se cuela a través de la vegetación y las hojas caídas en el suelo irradian embriagantes aromas a lluvia. En los senderos del bosque Claudio juega a las canicas con bellotas. Cuando se tumba en el suelo entre los árboles sobre el blando lecho vegetal contempla de cerca las ramas muertas cubiertas de liquen y piensa que es como mirar un diorama. A veces recoge un palito, coloca en su extremo una tapa vacía de bellota y la sujeta en la boca como si fumase en pipa. Su abuelo también fuma en pipa.
Claudio elige el bosque donde va a jugar en función de su estado de ánimo. Si no se siente bien siempre escoge el bosque de robles porque le hace sentir muy alegre.
La mañana del quinto día tía Etta le propone dar un paseo por el bosque. Le pregunta qué camino quiere tomar, el del bosque de pinos o el del bosque de robles. Él duda un momento y decide caminar por el bosque de robles. Más tarde siempre recordará el punto exacto en que su tía se detiene, lo mira durante unos segundos, vacila y le comunica que su padre ha muerto. De todo lo que ella diga después él no escuchará nada, o al menos nunca podrá recordarlo. Tras la terrible noticia Claudio todavía camina junto a su tía unos pocos metros. Los árboles le gritan: "¡Tu padre está muerto! ¡Tu padre está muerto!", pero él no puede creerlo, no quiere creerlo. De pronto se da la vuelta y corre con todas sus fuerzas hacia la casa blanca dejando a su tía atrás.
Más tarde tía Etta encuentra a Claudio en el dormitorio de invitados. El niño está tumbado boca abajo sobre la cama, llorando inconsolablemente. Su abuelo no sube la escalera.
10 Comments:
Pues si estás más contento con la nueva versión, ¡fantástico! Me alegro. Orlando es un título atractivo.
Espero que lo paséis muy bien navegando en el Marina!!
Besos
Muchas gracias, Giovanni, aunque llamarlo traducción me parece excesivo, sólo son sugerencias a la tuya, que sí que lo es pues trasladas el texto del holandés al castellano. Un abrazo.
Qué privilegio poder leer el inicio de toda esa hilatura tuya de años, y qué maravilla cuando Claudio aprende la palabra "milagrosamente". Ese párrafo me ha encantado, Giovanni, un niño explicándonos que hasta los milagros hay que trabajárselos.
Un gran abrazo.
Copiaré en el computador el resumen de tu novela para leeerlo con detención te felicito que la hayas terminaado. Lee con detención la primera redacción porque se descubren cosas que eran más expontaneas y más originales.
Elvira, lo pasábamos regio en el Marina! El primer vídeo de ese viaje saldrá pronto.
Un beso
Jesús, tienes razón, no fue una traducción sino u mejoramiento de mi traducción. Como sabemos, es difícil traducir un texto (literario) de un idioma a otro. Me encantó ver lo que hiciste con mi traducción y como siempre aprendí algo. Un abrazo
(*, esa hilatura de años sirvió para varias cosas, entre ellas crear un mundo a mi gusto. Esa palabra "milagrosamente" salió de mi fantasía estando en un palazzo en Tropea. Los milagros se producen por si solos.
Un abbraccio grande
Alejandro, es verdad, a veces se pierde espontaneidad y originalidad en una revisión. Un abrazo
Pues me ha gustado, creo que la novela pinta también ahora muy bien, y te agradezco que hayas puesto este primer capítulo aquí, con la ayuda de Jesús. El título también está muy bien, creo.
Un abrazo
José Luis,
El intercambio con amigos bloggeros es estimulante, alentador. Este primer capítulo arranca la storia y el lector todavía no sabe en qué dirección ira. Qué bueno te guste el título.
Un abrazo
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