Un viaje a Milano (8)
Y así llegó el día en que los seis camiones holandeses con su carga de cobre chileno volvieron a Holanda. Hasta la frontera francesa acompañábamos al convoyo en autos particulares y con un bus lleno de italianos y chilenos. El bus llevaba la bandera chilena y, creo, pero no estoy seguro, también la bandera de un sindicato italiano.
Yo estaba en el bus, el ambiente era alegre, como alumnos de escuela que salen en un paseo de varios días... sin maestros, porque éramos nosotros los maestros...
Hasta llegar a la frontera francesa... ¿Donde estaban los franceses del sindicato que habían acordado de acompañar los camiones en su camino por Francia? No estaban...
Fui a hablar con los camioneros, les pregunté si pudiera viajar con ellos... Dijeron que sí, que era posible. Me encontraron simpático, creo.
El viaje por Francia, de noche, me hizo recordar otras noches en que viajaba en camión a través de Francia, a dedo, rumbo a España... En ese entonces hablaba poco español... "Quiero un pan, un par de tomates y un medio kilo de melocotones, por favor..."
El día siguiente llegábamos a la frontera bélgica, el chofer buscó la radio holandesa para escuchar las noticias... Dijo el hombre de la radio que unas cientos personas, holandeses y chilenos, se habían reunido en un lugar de la frontera entre Holanda y Bélgica para esperar la llegada de los seis camiones con su carga de cobre chileno... El chofer no dijo nada, me miraba un rato no más, eso era todo. Se preguntó cómo era posible que esa gente supiera que nosotros íbamos a llegar por ese camino... Se paró y llamó por teléfono al patrón.
Cambiamos de ruta y pasamos en un lugar aislado la frontera. Nos reunimos, los choferes y yo, en un café donde nos espera el patrón de la compañía de transporte holandesa con que he hecho el viaje a Holanda. Fuma un cigarro y es contento que ha logrado evitar la multitud de personas esperando la llegada de los seis camiones, en presencia de la televisión holandesa. Me dice que me traerá a una estación de trenes.
El último tramo viajo en tren. No veo el paisaje, pienso al viaje en camión por la noche y las llamadas telefónicas a mi mamá cada vez cuando nos parábamos en un café routier. Una vez el chofer me dijo que debiera amar mucho a mi mamá que la llamara cada rato. Era mi mamá que había dado la información sobre nuestro itinerario y la hora esperada de nuestra llegada a la frontera holandesa. Y pienso al chofer, que no me preguntó nada. ¿Sabía que yo trabajaba para el comité de solidaridad con Chile? Nos habíamos despedido mirándonos en los ojos un solo momento. Veía simpatía en sus ojos.
Yo estaba en el bus, el ambiente era alegre, como alumnos de escuela que salen en un paseo de varios días... sin maestros, porque éramos nosotros los maestros...
Hasta llegar a la frontera francesa... ¿Donde estaban los franceses del sindicato que habían acordado de acompañar los camiones en su camino por Francia? No estaban...
Fui a hablar con los camioneros, les pregunté si pudiera viajar con ellos... Dijeron que sí, que era posible. Me encontraron simpático, creo.
El viaje por Francia, de noche, me hizo recordar otras noches en que viajaba en camión a través de Francia, a dedo, rumbo a España... En ese entonces hablaba poco español... "Quiero un pan, un par de tomates y un medio kilo de melocotones, por favor..."
El día siguiente llegábamos a la frontera bélgica, el chofer buscó la radio holandesa para escuchar las noticias... Dijo el hombre de la radio que unas cientos personas, holandeses y chilenos, se habían reunido en un lugar de la frontera entre Holanda y Bélgica para esperar la llegada de los seis camiones con su carga de cobre chileno... El chofer no dijo nada, me miraba un rato no más, eso era todo. Se preguntó cómo era posible que esa gente supiera que nosotros íbamos a llegar por ese camino... Se paró y llamó por teléfono al patrón.
Cambiamos de ruta y pasamos en un lugar aislado la frontera. Nos reunimos, los choferes y yo, en un café donde nos espera el patrón de la compañía de transporte holandesa con que he hecho el viaje a Holanda. Fuma un cigarro y es contento que ha logrado evitar la multitud de personas esperando la llegada de los seis camiones, en presencia de la televisión holandesa. Me dice que me traerá a una estación de trenes.
El último tramo viajo en tren. No veo el paisaje, pienso al viaje en camión por la noche y las llamadas telefónicas a mi mamá cada vez cuando nos parábamos en un café routier. Una vez el chofer me dijo que debiera amar mucho a mi mamá que la llamara cada rato. Era mi mamá que había dado la información sobre nuestro itinerario y la hora esperada de nuestra llegada a la frontera holandesa. Y pienso al chofer, que no me preguntó nada. ¿Sabía que yo trabajaba para el comité de solidaridad con Chile? Nos habíamos despedido mirándonos en los ojos un solo momento. Veía simpatía en sus ojos.
5 Comments:
Conmovedora historia Giovanni. Me imagino los camiones sorteando ciudades y gentes cargados de cobre chileno. Toda una aventura al más clasico estilo de los escritores sudamericanos. Me recordaste no sé porqué a Vargas Llosa. Un Saludo, cuentanos otra.
Estoy de acuerdo con la-de-marbella. Interesante episodio fantásticamente narrado.
Un saludo
Cuando Usted escriebe, tiene un poco de eso que se llama alegre melancolia...tu mirada...tus gestos...son dibujos perfectos. Juliano
¡ Goeiemiddag !
¡De voorjaar !
Interesante la travesia que llevas, espero emularla.
Saludos de un aficionado a los viajes.
Marcos
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