Wednesday, March 29, 2017

El solitario buffet de Casamozza



Durante años no había llegado ningún turista a la estación de Casamozza. Sin embargo el hombre del buffet preparaba todas las mañanas el buffet por si acaso llegara un turista...
Y ese día entró una pareja extraña.
El hombre, en gabardina blanca y una pequeña maleta de un cuero precisos en la mano, no dijo nada, y la mujer, con una mirada llena de esperanzas, pronunciaba palabras que eran completamente incomprensibles. Sin embargo ella le preguntaba algo. El hombre del buffet, con bigote gris y una chaqueta blanca, quedó pensando. Trataba de captar los sonidos que la señora producía. No era ca-fé, porque esas sílabas se reconocen en cualquier idioma. Era otra cosa que pedía, pero ¿qué?
La pareja extraña le daba susto al hombre del buffet. Había pensado un momento que eran irreales, el producto de su fantasía, pero de repente tuvo la sensación de que él mismo era un fantasma, que él había muerto ya hace muchos años y que la mujer con la sonrisa llena de expectativas parecía a su hija muerta a los diez y siete años. ¿Hablaba la señora a otra persona, invisible para él?
'Perdón, señora,' le pidió a la mujer en tono de cortesía y timidez, '¿de dónde viene usted?'
'No lo recuerdo,' contestó ella. 'He atravesado tantos túneles,' añadió, quitándose con alivio el sombrerito de lana.
Recién ahora el hombre del buffet veía que el sombrerito de la dama era fuera de moda, era de la moda de hace treinta años. Conocía el modelo de la revista que él hojeaba cada día y que una señora había olvidado en su pequeño reinado, el buffet "de la gare", cuando un hombre elegante se había dirigido hacia ella, un hombre que ella saludaba con una leve sonrisa. El hombre del buffet era tan fascinado por el encuentro un poco misterioso de la señora con el caballero elegante que sólo después, cuando la carroza ya se había alejado, había notado la revista abandonada en la mesa. ¿Cómo era posible que ahora entendiera perfectamente lo que le había dicho la señora? Hablaba su idioma ¿o fuera que él de repente se acordaba de las palabras que su mamá le había enseñado cuando era un niño?
‘Los túneles cansan,’ dijo el hombre con la maletita de cuero precioso en la mano. ‘Hemos viajado demasiado horas para poder llegar a Casamozza, pero no había remedio. El país de dónde venimos queda muy lejos. Está al otro lado de las montañas, más allá de los lagos que susurran de noche cuando la luna está llena… ¿Usted ha oído hablar del país de donde venimos? ¿En su juventud?’
'Pero ¿Usted no viene de Sicilia?' le preguntó el hombre del buffet que se acordaba de la película El Gatopardo donde había un hombre elegante que parecía al señor de la maletita preciosa.
'No señor, no venimos de Sicilia,' le contestó amablemente. 'Aunque esa isla me es muy grata. Tengo el honor y el agrado de tener amigos en la isla que ha tanto sufrido y disfrutado de invasiones extranjeras. ¿Usted también conoce la gran Sicilia?’
'Solo de una película,’ le dijo el hombre del buffet entusiasmándose, porque en Casamozza nadie había visto la película y sería por primera vez que pudiera hablar con alguien sobre ella.
De tal modo que empezó a tararear un vals con entusiasmo. No me gusta esa película, dijo ella. Y sonrió tristemente, pues de pronto había recordado la noche del baile.
No, señor, no conozco Sicilia, nunca he salido de aquí.
Aquí están mis raíces y mis recuerdos y la poca familia que me queda.
No soy torpe y he leído mucho, dijo mirando insistente a la señora, sus ojos le recordaban a aquella muchachita de un baile en tiempos muy lejanos, de un vals concretamente...
Pero mirando atentamente la marca del sombrerito de lana puesto sobre la mesa el hombre del buffet se dio cuenta que no podía ser ella. ‘Por qué no le gustó la película El Gatopardo?’ preguntó.
Hace calor aquí. Y huele muy bien, respondió ella. El hombre del buffet dudó un instante, justo el tiempo en que su mirada se cruzó con la del otro hombre, y comprendió la súplica y la advertencia.
Es sopa de cebolla, dijo, ¿Le apetece?
'Me gusta la sopa de cebolla solo si tiene croûtons...'
'Ah, es Usted una señora fina…'
'Tan fina no soy,' dijo ella un poco molesta.
El hombre de la maletita preciosa se reía.

Aafke en la estación Casamozza
Cuento comenzado en la entrada "El buffet de Casamozza", del 22 de mayo 2008 y ampliado en los comentarios, con el aporte de Bernardo, Bel y Luna.

En esa vieja entrada cité de internet: "La gare d'origine de Casamozza a été détruite lors de la 2e guerre mondiale. Le bâtiment actuel date des années cinquante. Cette gare comportait un buffet."


Y seguí: "Si escribiese (?) un cuento sobre una pareja joven llegando en tren a la estación de Casamozza, empezaría con una escena en el buffet. "Cette gare comportait un buffet." Podría empezar así: Durante años no había llegado ningún turista a la estación de Casamozza..."

2 Comments:

Blogger andandos said...

Me ha gustado mucho, Giovanni. Hay algo de irrealidad en el cuento, o historia. Estaciones abandonadas las hay también aquí, y una de las más interesantes es la de Canfranc. Te dejo un enlace por si acaso te aburres, cosa que no creo te sudeda.

Un abrazo

http://www.jaca.com/estacion-canfranc.php

6:46 AM  
Blogger giovanni said...

José Luis, ese tono liviano de irrealidad es lo que más me gusta en este cuento compuesto con la ayuda de varios lectores. Estaciones abandonadas invitan a ese aspecto irreal. Tus fotos tambiéb, a veces.

Un abrazo

5:17 AM  

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