Gambia (2)
El día siguiente conocimos a un joven taxista y guía, Ebrima Dibba, con quien hemos hecho muchos viajes. Así que fuimos a la aldea de pescadores Tanje, donde decenas de barcos de pesca de madera están flotando en el mar, cerca de la playa. Esos barcos, llamados piraguas, tienen un alto arco y están bellamente pintados con colores, en forma de cocodrilos, aves estilizadas, ojos, flores. Desde los barcos recién llegados los hombres llevaron en grandes bañeras en la cabeza el pescado a la playa, donde mujeres y niños pobres trataron de conseguir los pesces que cayeron fuera de la bañera. Luego los pesces fueron arrojados a una de las carretillas esperando en la playa y el portero corrió con su carga a una camioneta y volvió lo más pronto posible para tomar de nuevo su lugar en la playa. Había cientos de personas allí, viniendo de cerca y de lejos, de Senegal (el país que rodea a Gambia). Según Ebrima casi todos los barcos son de gente de Senegal.
En la playa hay también sofás, muebles, grandes bolsas de arroz, para ser transportados a Senegal. Hombres fuertes los cargan en su espalda y caminan por el mar a un barco de pesca grande.
En otro sitio de la playa se construye barcos y se seca y se fuma pesces. Los días siguientes vimos esos pesces en los mercados de Serekunda, y en la capital, Banjul. Los mercados son grandes, con un sinnúmero de personas y muchísimas pequeñas tiendas en donde sastres cosen ropa y se vende todo tipo de mercadería, desde verduras hasta CDs copiados. Hay las más bellas telas de algodón, en colores vivos. Las mujeres, viejas y jóvenes, se ven hermosas en sus vestidos africanos, chales y pañuelos en la cabeza. Irradian fuerza, son alegres y nos miran sin miedo.
Otro día Ebrima nos llevó a la feria de ganado de Abuko. Entre los árboles están vacas y cabras procedentes de Mauritania, Senegal y Gambia. Parece ser uno de los mayores mercados de ganado en África occidental. Los animales se ven bien. Después fuimos a una especie de choza en un arroyo de un afluente del Gambia, muy tranquilo, y especial. Estantes sobre el agua, un puente, bosques de manglares, agua verde, barcos pequeños, un hombre que tocaba los bongos y cantaba en voz baja. Y luego fuimos a la casa de Ebrima, nuestro chofer y guía. Él vive en las afueras de la ciudad, cerca de un río, casi rural, en un recinto con muchos familiares: su madre, su abuela de 97 y hermanitos. En un campo al lado la familia cultiva patatas dulces en la estación seca y arroz en la temporada de lluvias. Vienen más familiares para vernos: hermanas, tías, tíos, primos y pequeñas sobrinas. Luego fuimos al recinto de un amigo de quien dos niños comenzaron a llorar cuando nos vieron; nunca habían visto a blancos.
7 Comments:
Qué suerte tienes de conocer esos lugares y sobretodo a esas buenas gentes de vida sencilla.
Un abrazo.
Fascinante la historia de esa semana de vacaciones, las situaciones a las que tenéis acceso gracias, entre otras cosas, a los amigos que hacéis y mantenéis, como el guía y chófer, que os permite entrar en vidas vedadas a los occidentales. La belleza que encontráis. ¡¿Dos niños que nunca habían visto a blancos?! Parece increíble, como si hubierais llegado a un extremo casi desconocido del mundo.
Tengo que leerlo despacio. Bueno, así debería ser siempre con todo.
Un abrazo
Preciosas las fotos. Este relato promete. ¿Cuál fue el motivo de vuestro viaje a Gambia?.
Un abrazo
Montse, ser o estar abierta es fácil y el viaje era superbarato.
Un abrazo
NáN, fue rica y enriquecedora. Esos niños eran pequeños y supongo que todavía no habían salido del recinto.
José Luis, el viaje era simplemente una semana de vacaciones, esta vez no en el sur de España sino en Gambia.
Un abrazo
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